y en el silencio que los invade.
Te odio en las miradas de la gente
y en las gotas de una lluvia
que ha decidido no terminar nunca.
Te odio en el final de las canciones,
en el umbral vacío de las puertas
y en las esquinas que no esperan a nadie.
Te odio en cada amanecer tibio
y en cada escalofrío que no provocas.
Te odio porque era una de las opciones
y es la que he escogido.
Te odio porque es la única manera de no extrañarte.
He decidido odiarte sin barreras
mordiéndome los labios.
Como si no hubiera alternativa,
sin pactos ni banderas blancas.
Te odio y nunca más haré otra cosa.
Porque si tenía que perder a alguien
habría elegido a cualquier otra.
Pero no a ti.
Te odio porque me duele tanto tu ausencia
que mis manos sólo me conducen a callejones sin salida.
Te odio porque me faltas
en cada amanecer,
en cada línea que escribo
y en los reflejos de las canciones.
Te odio porque perderemos los dos.
Te odio porque no sé que escondes.
Imagino que te odio, también,
por tus ojos.
Te odio por la mirada que ya nunca te permitirás.